Ayer tuvimos noticia del fallecimiento de Marco Marchioni. De sobra es conocida su contribución al desarrollo comunitario y la intervención social. De sobra es conocido su carisma, su fuerza. Recuerdo que le comenté en Las Palmas tomando un café que si se estaba cuidando. Me mandó al carajo. Nadie mandaba al carajo mejor que Marco, porque el cariño y dulzura de su persona te atravesaba.
Siento que mucha gente del trabajo social o la educación social no han leído con detenimiento a Marco. Planificación y organización de la comunidad, la utopía posible o comunidad, participación y desarrollo, deberían ser de obligado cumplimiento, porque ahora no lo van a poder escuchar. Y esto es algo a lo que no me hago a la idea.
Así que hoy, la mejor manera de homenajear a Marco, en estos momentos de alerta, incertidumbre, pandemia global y crisis civilizatoria, es tener en cuenta algunas de sus más importantes aportaciones, que siendo muchas, yo resumiría en dos.
Politizar la acción comunitaria. El trabajo social es político, es una opción por la creación de modelos alternativos a la explotación y el emerger de sujetos con derechos y dignidad, frente a la caridad; es la relación entre iguales para la mejora de las condiciones de vida, con la escucha como herramienta principal.
El segundo es la coordinación de recursos. Hablaba sobre esto y era casi una obsesión. El desarrollo de espacios de coordinación comunitarios, para que que desde el rol político, técnico y ciudadano, se implementen actuaciones eficaces con las que hacer frente a necesidades definidas desde un diagnóstico compartido.
Ahora, desde las redes ciudadanas, la acción común para frenar el coronavirus, estos dos aspectos son esenciales y se lo debemos en buena parte él. Ya nadie me mandará con tanta ternura. Te echaremos de menos Marco.